lunes, 11 de mayo de 2009

Trance de entendimiento

Otro domingo llegaba la noche y en la pequeña iglesia del pueblo el sacerdote iba apagando las velas de la capilla absorto en sus pensamientos cuando alguien abrió las puertas quedándose junto a ellas, escudriñando el interior. El padre se giró sorprendido, no esperaba a nadie y era raro que alguien acudiera allí a aquellas horas, pero aun así avanzó unos pasos hacia las puertas para atender a aquel hombre joven. Cuando se acercó pudo observar la tremenda desesperación que habitaba en el rostro de aquel hombre, cuyos ojos parecían adentrarse hacia las profundidades ausentes de toda luz. Este avanzó también dirigiéndose al cura que estaba quieto esperando su acercamiento con cierta preocupación en su rostro.

- Ven aquí hijo – dijo rodeándole la espalda con su brazo derecho para llevarlo a uno de los bancos - ¿en que puedo ayudarte?

Esperó unos instantes, expectante a la respuesta de aquel inesperado visitante pero este no habló, así que decidió preguntar de nuevo.

- Dime ¿Qué te acongoja de esta manera? ¿Qué ha provocado la negrura que reflejan tus ojos?

- Vera padre – dijo el hombre con una tenue voz – he venido hasta aquí des de muy lejos, esperando que un hombre con su reputación pueda darme alguna respuesta.

- Intentare ayudarte – dijo el cura - ¿Qué te preocupa?

- Dígame, si realmente existe Dios, ¿Por qué me castiga de esta manera? ¿Qué he hecho para merecer una vida ausente de vida?

El sacerdote no contestó, se quedó meditando su respuesta durante unos instantes hasta que finalmente se levantó y se acercó al altar.

- Verás, esa es una pregunta difícil de contestar – empezó – más aun sin saber que es lo que ha acaecido en tu vida, pero que la califiques como una vida sin vida… creo que se a que te refieres, solo te puedo decir una cosa, Dios tiene un plan para todos, Dios ama a todos sus hijos por igual.

En ese momento se giró para mirar a aquel hombre, pero ya no estaba sentado en el banco, saltaba frente a él derribándolo y haciéndole quedar estirado en el suelo mientras el hombre con una furia emanando por cada parte de su cuerpo acercaba su cara a la suya, clavándole la desesperación de aquellos pozos de oscuridad en la mirada a la vez que le decía:

- Entonces no soy hijo suyo.

Entonces sin vacilar alzó el puño cerrado con la intención de hacerlo impactar contra la cara del cura, pero este le aferró el brazo con el que le mantenía anclado al suelo por el cuello y aquello que le había dado renombre volvió a suceder, primero la sensación de desplomarse al vacío a un velocidad brutal y luego la percepción de todo como es, encima suyo seguía viendo a aquel hombre, pero rodeando a su puño había una tenue bruma negra y, sobresaliendo tres él, dos alas blancas resplandecientes se anclaban a su espalda. En ese momento su don entró en la ultima frase y entre pequeñas convulsiones sus ojos se inundaron con un color azul, haciendo que el hombre detuviera su ataque a la vez que él volvía a hablar.

- Destructor – dijo – esa es tu respuesta, ejecutador del trabajo sucio de tu creador, ángel encerrado en una prisión humana, obligado a vivir con la ausencia de aquello que todos reciben sin valorar, hasta que llegues ha eclosionar y acabar con la civilización que te rodee. Tú eres quien da inicio y fin.

El hombre se quedó completamente quieto, su cuerpo ya no temblaba ni lo mas mínimo, pero sus ojos seguían siendo los mismos, aun clavados en los azules ojos del cura. Así permaneció unos minutos hasta que decidió levantarse dispuesto a irse de aquella iglesia, pero el sacerdote le agarró el brazo fuertemente para impedir que se rompiera la unión.

- No – le dijo – debes hacerlo pronto, El te lo ha ordenado, ya lo has hecho antes, es hora de acabar lo que tu originaste.

El hombre se quedó mirando la cara del cura, totalmente inexpresiva en aquel estado de trance de entendimiento, y esbozó una peculiar sonrisa.

- Me temo que aun no – dijo – no recuerdo nada, pero esta vez hay alguien a quien no quiero causar dolor, no puedo acabar con esta civilización, me debo estar volviendo humano.

- ¡No sea idiota! – exclamó el cura – son sus ordenes, y tú no puedes tener lo que quieres.

- ¡Si soy lo que dices tampoco podré morir! – gritó el hombre - ¡Ahora mismo soy un humano, tengo elección! Así que la ramera espera para obtener lo que quiere, esperare y aguantare lo que tenga que aguantar.

- ¡¿Y cuanto crees que aguantaras?! La eternidad es larga, tarde o temprano cumplirás tu cometido.

- Pero será cuando yo quiera, no cuando él diga.

Entonces se zafó del apretón del cura y salió andando con tranquilidad de la iglesia, dispuesto a permanecer en esa prisión humana hasta que la oscuridad de sus ojos le hubiera cubierto por completo.

3 comentarios:

Lord Galdor dijo...

Buaaaa tengo miedo, kero ir a casa con papi!! kero ver Star Trek!! xD veri guel litel javi, ese final... la eleccion... me pone xD

Javi dijo...

1- vete con papi
2- veremos Star Trek
3- la idea de que te ponga el final no se si me acaba de agradar... XD

himiko dijo...

XD