ESWN: bueno despues de mucho tiempo me he decidido a subir este relato, aqui esta la primera historia de 2009, escrita al encontrar mi libreta nada mas llegar a casa en nochevieja.
Las trompetas ya habían sonado, los sellos habían caído, el cielo lloraba fuego, el mundo conocido llegaba a su fin. Entre toda la destrucción y temor un pequeño grupo estaba refugiado en una cueva formada por los escombros de un edificio, solos, apelotonados y sin poder creer que aquello que creían irreal fuera cierto, más aun, que estuviera sucediendo.
El miedo al fin era palpable, de todas partes llegaban las explosiones, los derrumbamientos y los gritos de las vidas que se apagaban arrastrados por el viento. Uno de los presentes estaba muy inquieto, las lagrimas no marcaban su rostro, la agonía del mundo no le preocupaba, no tenia miedo, quería saber, ver el fin de todo. Se levantó y se dirigió a la salida de aquella montaña de escombros, pero una mano asió la suya y se giró para ver quien era.
Sus ojos se encontraron con aquellos que le habían acompañado a lo largo de su vida conocida, eran los ojos de su amigo, era su mano la que le había detenido, era él el que le pedía que no se marchara, otra vez era él. “No esta vez” contestó “es ahí fuera donde quiero estar, debo verlo, oler el fin, quedaos vosotros y reconfortaros lo mejor que podáis”. Una vez dicho se deshizo de la mano y salió al exterior, allí el sonido de lo que ocurría le impidió escuchar la voz que hablaba dentro.
Estuvo caminando por toda la ciudad, observando la destrucción, pero eso no era bastante, quería ver el global. Sus deseos le hicieron seguir hasta la pequeña montaña a las afueras de la ciudad, desde donde pudo ver el desastre, un cielo rojizo que sacaba sus lenguas de fuego, cayendo hasta el suelo arrasando todo lo que se encontraban en su camino. Una nueva vieja visión, su interior había explotado, ahora veía sus sueños despierto (Precioso).
Entonces una mujer surgió corriendo del bosque que tenía a su espalda y se colocó delante de él a modo de escudo y vio que además del miedo portaba un bebe.
- No corráis – dijo una voz una voz a su espalda que hizo que la mujer soltara un chillido.
Empezó a girarse para ver quien era el hombre que perseguía a aquella mujer, al hacerlo se encontró a un hombre bajo, completamente calvo, tuerto y con el brazo izquierdo ligeramente deformado. Aun con ese aspecto emanaba de él una sensación increíblemente aterradora, poniendo al joven en tensión preparado para lo peor. Por encima del miedo le angustió la sonrisa que se formó en el rostro de aquel hombre cuando sus miradas se encontraron.
- Vaya, vaya – dijo entre risas – el marcado.
- ¿Co… como?- preguntó el joven.
- El mártir redentor – contestó el hombre - ¿No recuerdas quien eres? – ante la sorpresa y el silencio continuó hablando – No es casualidad que estés aquí en esta situación. Ahí detrás tienes a la mujer que ha engendrado el niño del cambio. Dime ¿Qué tal ha sido tu vida? ¿has conseguido aquello que querías?
Con esas preguntas frotó sal en la herida captando toda su atención, ya no había miedo, solo curiosidad, quería oir lo que tenía que decir.
- No, tú lo tienes vetado, eres aquel que trae luz a los suyos absorbiendo su oscuridad.
- ¿Por qué? – preguntó el joven - ¿Con que motivos?
- ¿Por qué? Ya te he dicho porque, eres el mártir redentor, no puedes hacer otra cosa, así tenía que pasar, ahora debes elegir, te sacrificas en lugar del mundo e impides todo esto, todos olvidaran y volverán a antes del inicio, o bien me entregas a ese criajo y extingues la historia de los hombres.
El joven no dijo nada, se quedo quieto mirando aquella abominación que tenía delante, sumido en sus pensamientos, ahora todo encajaba. La ira aumentaba por segundos en su interior, su existencia acababa de tomar sentido, pero el hecho de no ser más que una marioneta en un juego de titanes le irritaba, había sido puesto allí sabiendo que iba a sufrir a consta de de los demás. Por fin no tenía dudas, sabía que es lo que iba a hacer.
En ese momento sus compañeros aparecieron en el umbral de su visión, haciendo que se girara para verlos. Pasó los ojos por cada uno de ellos, mirando los ojos amigos, los ojos deseados, pero eso no le hizo cambiar de opinión. Se giró y miró fijamente a aquel hombre sintiendo asco, se apartó de la mujer y dijo “Hágase mi voluntad”.