La plateada luz de la luna se filtraba a través de las pobladas copas de los árboles, moteando el viejo camino que serpenteaba colina arriba hasta el pie de la montaña. El joven Carlos subía siguiendo las manchas de la luna, su destino estaba al salir del bosque, el lago del claro.
En su pueblo se creía que allí habitaba la señora de las bestias, una mujer eternamente joven que tenia poder sobre cualquier criatura viviente. Carlos tenia casi quince años y su eufórica imprudencia le había llevado allí, en el pueblo habían aparecido tres personas destripadas y sin corazón en la ultima semana, todo el mundo coincidía en que era obra de un licántropo. Carlos había escuchado historias de la mujer del lago, como algunos hombres la habían visto rodeada de animales salvajes que no dudarían en atacar a las personas, en cambio parecían cachorros junto a ella.
El estaba llena de energía y hambre de aventuras y no se paro a pensar que hacia, cogio una vieja daga y el hacha de cortar la leña por si el autor de los desmembramientos aparecía durante el viaje y allí estaba. Antes de que pudiera ver el final del bosque el rumor del agua llegaba a sus oídos, tiñendo mágicamente el ambiente de ese bosque moteado en blanco y negro, nublando su mente haciendo que todo pareciera irreal. Al salir del bosque esa sensación se intensifico de tal manera que Carlos creyó estar dentro de un sueño. La luna, casi llena, destacaba la silueta escarpada de la pequeña montaña, creando un mosaico de piedras y sombras a lo largo de la ladera, de donde salía una pequeña cascada de unos tres metros, llenando incesantemente el lago, formando pequeñas ondas que hipnotizaban con destellos plateados a todo aquel que osara mirarlos mucho rato.
Carlos siguió caminando hacia el agua embelesado por la magia del lugar, entrando en el lago hasta que el agua le cubrió las rodillas. Entonces un chapoteo le despertó de su ensoñación, llenándole de temor al encontrarse solo en aquel lugar. Miro atentamente al agua, esperando ver una criatura salir con unas enormes fauces por delante listas para segar su vida. Pero en vez de una bestia asesina vio la cara de una mujer, tapada a medias por una capa de cabello que ondeaba como una fina tela de seda al viento, entonces una blanca sonrisa emergió entre el cabello, introduciendo nuevamente a Carlos en un sueño.
La mujer fue avanzando hacia el, surgiendo poco a poco del agua. Se aparto con suavidad el cabello de la cara, mostrando sus hermosos rasgos de pálida piel, dando un contraste irreal a sus carnosos y rojizos labios. Sus ojos del color de la luna se posaron en los de Carlos mientras avanzaba hacia el, sacando el cuerpo del agua, vestido con una fina túnica blanca sin mangas que moría a la mitad de sus muslos, mostrando claramente todas las curvas de su cuerpo y destacándolas gracias al ligero brillo del agua. La joven se percato de que Carlos la miraba absorto, sobrecogido por lo que veía y se mordió el índice inclinando ligeramente la cabeza, dejando escapar una suave risa sin dejar de mirar al chico.
-¿Qué has venido a buscar? Joven hombre- pregunto con una suave y melodiosa voz llena de sensualidad.
Carlos quería contestar pero en ese momento estaba sumergido en aquella sensación de irrealidad, creía que seria incapaz de hablar pues notaba que el y su cuerpo ya no estaban unidos, pero haciendo un gran esfuerzo logro hacerlo.
- Ne… ceesito tu ayuda- articulo.
- ¿A si?- rió ella - ¿Y como podría ayudarte? Dime.
De nuevo se sentía incapaz de responderle, aquella suave y jovial risa, la sensualidad de su voz, la intensidad de su mirada plateada, todo eso le hundía mas y mas en su ensoñación.
- Un hombre-lobo – dijo después de un rato – necesito que me ayudes a matarlo.
- ¿Por qué querrías extinguir su vida? – pregunto ella acercándose a el.
- A matado – respondió – a tres hombres.
- Lo siento joven hombre – contesto la mujer situándose detrás de el y cruzándole el pecho con los brazos – no puedo hacer lo que me pides.
- ¿Por qué? – casi lloro Carlos.
- Porque un hombre-lobo no es un hombre, ni un lobo, pero es las dos cosas a la vez, es una criatura única e increíblemente hermosa.
Carlos no podía pensar en nada para intentar convencerla, se hundía cada vez mas en aquella irrealidad, el contacto con ella, sentir sus formas contra la espalda, todo junto hacia que lo demás no importase.
- Además – continuo la mujer – el hombre-lobo solo estaba vengando las ofensas que esos hombres cometieron contra su señora ¿verdad joven hombre?
Carlos siguió con la mirada la mano que movía la mujer y miro el agua, en ella percibía el reflejo de la mirada de plata de su acompañante y, junto a ella, vio a un hombre con rasgos caninos y mirada dorada, en ese momento la ensoñación desapareció, solo había dos reflejos en el agua.