viernes, 28 de agosto de 2009

Poder

Películas, en ellas pringados descubren poderes al estar en peligro de muerte o salvar a su amor de juventud, venga ya. En la realidad las cosas no pasan así, tienes o no tienes y, si no te das cuenta no los harás servir.
Por suerte yo supe que los tenía, bueno, que lo tenía, ya me veías a mi delante de aquel grandisimo hijo de puta, queriendo que sufriera lo que me había hecho sufrir a mi, y entonces pasó. Creo que sobrecargue su cerebro, o algo así, cayó de rodillas en el patio del colegio sangrando por los oídos, una pena su muerte, o eso dijeron los periódicos.
Una vez hecho quise seguir con mi venganza, con diez años no piensas mucho, estaba eufórico, era especial, pero no logre cumplir mis objetivos, en vez de eso recibí una buena paliza. Así que eso me hizo creer que no era nadie después de todo, seguí creciendo creyendo ser un pringado condenado a comer mierda. ¡Pero eh! estudiar sirve de algo, en el instituto estudiamos las baterías, si se descargan hay que volver a cargarlas, así que "¿y si soy una batería?" pensé, ya debe de estar cargado del todo, habían pasado cinco años desde que me descargue.
El instituto, que gran lugar para encontrar escoria, sobre todo si eres un pringado, parece que seas un imán. Un sábado decidí seguir al cabecilla de mi clase hasta que estuviera solo, entonces me pondría a prueba. Y la oportunidad llegó, le llamé y al verme empezó a sonreír, se acercó a mi con simples e infantiles amenazas camufladas de chiste y, cuando estuvo a mi alcance, le puse mi mano delante de la cara y descargué un poco. Fue increíble ver como empezó a llorar, y casi no utilice batería, ¡oh! y ver con que miedo me miraba, lo mejor, no se atrevería a contar nada, aunque le hubieran creído no se atrevería a quedar como un gallina, un pringado.
Así que tenia un poder, descargaba miedo a placer, pero no estaba contento así que empecé a probar si podía infundir otras sensaciones en la gente, aprovechando que era verano e iba de vacaciones pues a experimentar. Descubrí que no necesitaba acercarme al objetivo, solo mirarlo a los ojos y si, podía infundir cualquier tipo de emoción y sensación, desde el miedo a la lujuria, menudas vacaciones.
Así que oficialmente seguía siendo el pringado del pueblo, pero yo y mis amigos disfrutáramos como cabrones, poder hacer que cualquiera sintiera lo que quisieramos, brutal. Pero desgraciadamente una parte de las películas es verdad, hay algunos grupos que persiguen a pringados como yo, solo que no somos enemigos a matar, sino que prefieren secuestrarnos para trabajar para ellos. Al final llegaron y yo no tenía intención de ayudar a nadie ajeno a mi y no me dejaron más remedio que huir.
Continuara...

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